domingo, 5 de agosto de 2012

Nueva sección: Aquellos shows




En esta sección recordaremos a través de reseñas, viejos recitales que por algún motivo puramente subjetivo, hayan quedado en la memoria emotiva y colectiva. La primer banda son los londinenses The Clash, en un concierto en tierras francesas a principios de la década del 80. Pasemos a los hechos entonces.




En febrero de 1980, The Clash dejaban por un rato su seguro hogar en Inglaterra para dar un antológico show en el Palais des Sports parisino. Esta sería la cuarta vez que los londinenses pisen tierras francesas, ofreciendo una de sus mejores performances en directo.

Mick Jones con una camisa blanca sin mangas, pantalones de cuero y la guitarra como una ametralladora, Paul Simonon totalmente enfundado en cuero, con una musculosa blanca que lo asemeja a los viejos rockers de los 50s y el bajo a la altura de las rodillas como siempre acostumbró, Topper Headon con su tranquilidad que esconde una verdadera maquina de ritmos humana, y al frente el hombre de negro: Joe Strummer, con la misma guitarra que usaría hasta el final de los días, el talón marcando el ritmo y el pelo engominado como un viejo galán de películas hollywoodenses. En los teclados estaba de invitado Mickey Gallagher, tomado prestado de los Blockheads de Ian Dury.  

Embarcados en la presentación del seminal London Calling, lanzado a fines del año anterior, abren el fuego con una inspirada versión de "Jimmy Jazz", y la costumbre de Joe de improvisar sobre la base rítmica, en la que se desvían en una más que interesante zapada. La segunda canción es una de las mejores composiciones de la dupla Strummer-Jones, ese himno llamado "London Calling" con su particular clima oscuro y un inspirado solo a cargo de Mick.

De ahí nos llevan a un pequeño viaje a la humeante Londres de los 70s, de la mano de la furiosa "Protex Blue", y toda la energía en la voz de Jones, recordando esa gema incluida en el primer disco. El micrófono sigue en manos del guitarrista líder, que se despacha con una admirable versión de la popera "Train in vain", uno de los pasajes más bailables del nuevo disco. Como de costumbre, estiran la canción para el lucimiento de Mick, que se planta frente a la fervorosa audiencia en plan guitar hero.

Elevator, going up!”, es la frase de Joe que no deja lugar a dudas. Es "Koka Kola", otro del nuevo disco, y su historia acerca de la locura a la que empuja el capitalismo y la ambición desmedida. El tema engancha rápidamente con los tambores de Topper, que a toda velocidad nos introduce en el "I fought the law" de Sonny Curtis, uno de los mejores covers a los que se atrevió la banda.  El final con todos haciendo palmas y cantando “I fought the law but the law won” es casi mágico.

A esta altura de la noche, The Clash ya es un tren lanzado a toda marcha contra un público entregado. Eligen entonces otro track nuevo, como para bajar un poco la velocidad. Después de unas palabras en francés de Strummer, intentando mayor comunicación con la audiencia, llega el homenaje a Federico García Lorca y a la guerra civil española que tan bien supieron bosquejar en "Spanish Bombs", en una sentida versión, un poco más rocker que la original.

Seguidamente, el clima caribeño se apodera del lugar, y The Clash se alista con "Wrong ‘em Boyo", de The Rulers. Un ritmo de ska jamaiquino que deleita a todos y sirve como anticipo del magnífico "Stay Free". Esta canción, incluida en el segundo opus del grupo (Give ’em enough rope), está dedicada a los amigos que se van con el paso del tiempo. Los coros de Simonon y Strummer dan lugar a una gran interpretación vocal de Mick.

Un demoledor ritmo de batería trae a la memoria a "Janie Jones", a quien los Clash supieron tener como inspiración para esta veloz y antigua pieza. Joe deja la guitarra de lado, para darle más énfasis a la letra, y Mick se divierte a su manera con los coros. Topper parece no tener frenos, ya que sin respiro arremete con la introducción a puro bombo de Complete Control, una prédica contra quienes pretendían manejar a su antojo a estos cuatro dementes.

El bloque final es a todo ritmo y machaque, rememorando los viejos tiempos: Headon apura el paso en "Garageland", como dejando en claro que siempre serían una banda de garaje, forajidos con clase. Toda la furia punk contenida en esa canción cede lugar a la violenta batería de "Tommy Gun", toda una parodia contra los héroes estadounidenses. Ya no hay vuelta atrás, el Palais arde y no precisamente de aburrimiento. The Clash lo hace otra vez: en poco más de media hora, deja el lugar galvanizado con una mezcla de la genuina rabia de sus inicios y la clase que irían adquiriendo a partir de London Calling. A la velocidad de la Westway, como solo ellos sabían hacerlo.