El
primer sábado de diciembre era especial para todos los amantes de Jauría: la banda regalaba en puerta un
mini LP en el que estrenaban una nueva canción (“No pertenecemos”, testimonio de la polución a la que se ven
sometidos los habitantes de la gran ciudad), sumado a que también era el debut
porteño de Sebastián Ambesi, hermano
de Mauro y ex integrante de Romanticistas Shaolins, que ingresó
reemplazando a Esteban “Pichu”
Serniotti.
La
noche dio inicio con un set vibrante pero poco valorado de los españoles Barricada. Los rockers de Pamplona ofrecieron lo mejor de su
repertorio ante un público poco receptivo, quizás sorprendidos ante lo
imprevisto de los repentinos invitados. La razón de tamaña banda
oficiando de soporte de Jauría es que debieron suspender su show en Uruguay y se ofrecieron humildemente
para amenizar la velada.
Con La Trastienda desbordando de gente y de
algarabía, el team de Pertusi
apareció tras el telón de la mano de “Ascenso”,
y las reglas quedaron claras de entrada: Jauría
es una banda que derrocha energía, con un Ciro
cada vez más carismático y completamente entregado al disfrute. Tras los
parches, Ray Fajardo demostrando
furia, técnica, velocidad y un buen gusto totalmente envidiables. En la sección
de cuerdas, los hermanos Ambesi son
garantía de solvencia: tocan juntos hace años, y se entienden de perillas. La
pared de sonido que construyen y el amor por los arreglos sutiles son ya su
marca registrada. Con un equipo así, no quedaba otra que esperar lo mejor para
esa noche.
A
dos años de la ópera prima de Jauría,
la mayoría de las canciones del disco ya son clásicas para su público. Si a eso
le sumamos los covers de Attaque 77
que suelen incluir, hay lugar de sobra para la emoción. Precisamente, después
de los aclamados “Tosco” e “Indios Kilme”, Ciro comentó que iban a tocar un tema que era nuevo en la lista
pero viejo en cuanto a composición. Desde el baúl de los recuerdos, y directamente
de 1995, la nostalgia 77 sacudió a los presentes con una más que cañera versión
de “Santiago”, incluida en “Amén”,
seminal disco del viejo grupo de Pertusi.
Luego
de tanta furia, una proclama existencialista: “Adiós a Dios”, casi una declamación autobiográfica de parte del
cantante. Todos saltando y al borde del llanto, ya que es de ese tipo de
canciones para cantar con la voz a punto de quebrarse. Si se habla de
autocrítica, ¿qué mejor ejemplo que “Frente
al espejo”? Este gran tema de la cosecha 77 dejó a muchos en un río de
lágrimas, quizá recordando aquellos amores perdidos por la carencia de madurez.
Después
de una nueva versión de “Austin” y de
“Shangri-La”, la introducción de “The Imperial March” (su homenaje a la
saga de “Star Wars”) dio paso a “Guerra
en las galaxias” y su galope infernal cual si fuera un outtake de Bad Religion. Puro hardcore old school
para una crítica a la violencia social. La sorpresa de la noche fue la
inclusión de “Consejos del abuelo”.
Este oldie que Attaque había
estrenado en Obras durante la
grabación de “Trapos” fue la excusa perfecta para desatar un pogo como en las
viejas épocas de Cemento o el Arlequines.
El
invitado estelar de la calurosa jornada fue precisamente un ex Attaque y ex Romanticistas: Federico
Pertusi subió para interpretar un set heterogéneo de viejas y nuevas
glorias. El team mestizo quedó conformado en ese momento por dos pares de
hermanos: los Ambesi al mando de las
cuerdas y los Pertusi turnándose en
las voces, que primero entonaron “El tren”,
tema que abre el disco de Jauría y que
fue compuesto entre ambos. Claro, unidos por un pasado 77, era obligatorio el
homenaje a la banda que ambos ayudaron a fundar. “Vórtice”, también craneada por ellos e incluida en “Karmagedon”,
trajo a la memoria emotiva-colectiva el recuerdo de Cecilia, la chica que se arrojó a las vías del tren y a los brazos
de la muerte por culpa de la incomprensión social y familiar. Para cerrar la
intervención del menor de los hermanos, el cover de Romanticistas que Jauría
incluyó en su debut. Según Ciro, “una
canción anti fascista”, precisamente titulada “Religionaré”. Ovación para Fede
y a seguir con todas las pilas porque aún quedaba mucho.
La
tormenta trajo la calma, disfrazada de “La
gente que habla sola”. Luego, el tributo a Dragon Ball con “El poder nuestro
es” y el recuerdo del doctor René
Favaloro en las estrofas de “Western”.
Llegando al final, el espíritu de Gilda
se posó sobre las tablas para una acelerada interpretación de “No me arrepiento de este amor” en la que
Ray demostró que es 50% humano y 50%
un animal de la batería.
Como
siempre, el final fue con “La Jauría”,
declaración de principios del team y Fajardo
destrozando su instrumento con un doble pedal para el infarto. Quedaba tiempo
para una canción más, y desde los parlantes salió el himno a la unidad titulado
“Donde las águilas se atreven”.
Rostros agotados pero plenamente felices, los músicos abrazados derrochando alegría,
y el sabor de una de esas noches que quedaran en la retina por siempre.
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