El tercer disco de la banda de Alejandro
Fassi (actual voz de Zumbadores) y de Gabriel Irisarri (ex
guitarrista de los belicosos Comando Suicida) fue el mejor disparo que Mala
Suerte pudo realizar en medio de una severa crisis interna que los dejó
afuera del camino. A mediados de 1995 salió a la luz un compendio de canciones
completamente distintas a las que ocupaban los surcos de “La máxima
emoción” (1992) y “Sinfonía nocturna” (1994), titulado “La
herencia de los náufragos”.
Los cambios fueron a granel: Gustavo “El
Conde” Jurio, tecladista del combo, se alejó por cuestiones
estrictamente musicales, e ingresó el gaitero Víctor Naranjo, quien le
dio un sabor diferente al punk rock popero de la banda; el bajista Ariel
Kessler fue reemplazado al finalizar la grabación por el jovencísimo Fernando
“Cachorro” Raggio, y se despidió con el instrumental “El
naufragio de la piraña” (apodo ganado en las sesiones de estudio); y
finalmente el ex manager Nico Landa pasó a ocupar el rol de guitarrista
rítmico, logrando un sonido más contundente.
Cansados del escaso reconocimiento tanto del
público como de la prensa, y luego de haber jugado todas sus fichas en el disco
anterior (en el que contaron con invitados tales como Federico Pertusi
de Belfast, Hermann Ponti Lagarde de Mal Momento, Hugo
Irisarri de Doble Fuerza y la sección de vientos de Los
Auténticos Decadentes), decidieron hacer canciones en las cuales se notaran
fielmente las influencias que hasta entonces se avizoraban en cuentagotas: las
letras de Fassi se volcaron hacia el lado de la pluma críptica y
metafórica del Indio Solari, y la música tomó un cariz más celta,
evidenciando las largas jornadas que pasaron escuchando a los irlandeses The
Pogues y Stiff Little Fingers.
En lo que respecta a las canciones en sí, Mala Suerte utilizó esta vez una amplia paleta de colores, yendo desde el casi heavy “Rey de los cabrones”, un tema inspirado en la película “Carlito’s Way” de Brian De Palma, a un homenaje en clave punk rock a Diego Maradona (“Un dios aparte”), pasando por dos clásicas composiciones irlandesas (“Jilby Coming” y “Amazing Grace”) tocadas con instrumentos como gaita, acordeón, banjo y tin whistle. Inclusive, en las gaitas de “El cantinero” se puede notar un claro guiño al “No somos nada” de La Polla Records y en "El bar de la lluvia" introducen una parte del "Whisky in the jar" de Thin Lizzy.
La voz de Fassi suena irreconocible,
más aguerrida que antes, como si hubiera pasado por una sobredosis de ginebra,
lo que se nota a las claras en canciones como “Los tiempos no han cambiado”
o “Saboreando la derrota”.
Dentro de un estilo que pocas bandas supieron
transitar (quizá solamente Doble Fuerza con su “Edrev Lobert Punk
Rocker”), Mala Suerte consiguió dejar asentado no solo su testamento
musical sino también uno de los mejores discos de la década.
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